
A tu Merced, Madre mía
de un florido mes de mayo,
a tu clemente intercesión
y a tu misericordia infinita
encomiendo humildemente
en mi escondida oración
un corazón desnortado
que ardiente espera
la maternal acogida
de tus manos
y de tu dulce mirada
un anhelado consuelo.
A tus pies pongo en silencio
mis talentos, mi inquietud,
y te pido que liberes
de ataduras y cadenas,
de pecado y de dolor,
este alma que ciega vaga
para servir sin fatigas
al Amor que se hizo Carne
de tu Hijo Redentor.
Mírame, Madre de Dios,
con solícita ternura,
agarra fuerte mis manos,
arrópame en mi desazón
y no dejes que me escape
de la senda de tu Amor.
Fernando Romero Barrero
Mayo de 2022