Todo el proceso de la conversión es sostenido por la misericordia de Dios.
– Convertirse significa reconocer ese amor que se nos ofrece y que, en muchas ocasiones, es desatendido.
– Convertirse significa ahondar en la conciencia de que somos hijos de Dios.
– Convertirse es volverse hacia el Padre para que, desde su amor, comprendamos lo que somos a sus ojos y actuemos en consecuencia.