Vid y Sarmientos

esús es la vid y nosotros los sarmientos.

Esta imagen señala la unión vital que Jesús resucitado quiere establecer con nosotros y, a su vez, nuestra total dependencia de él.

La gracia se nos comunica por el don del Espíritu Santo y, sin ella, no podemos «hacer nada».

Nuestro amor a Dios se expresa en donación a los demás.

El sarmiento depende en todo de la vid y entrega el fruto que ha crecido en él pero que se ha alimentado de la savia del tronco.

El cristiano no madura los frutos para gozar de ellos, sino para ser útil con su servicio a los demás y reflejar la gloria de Dios, y en ello encuentra también su propio bien

¡SOY YO EN PERSONA!

Jesús resucitado es el mismo que ha muerto en la cruz.
Sin embargo, ya no vive como antes.
Su gran seña de identidad serán las heridas de la pasión
Tenemos la Eucaristía, en la que él está sacramentalmente presente con su cuerpo, sangre, alma y divinidad.
De ahí extraemos la fuerza para ser sus testigos.

Fruto de la muerte

Jesús nos indica que, para verlo en plenitud, es preciso contemplarlo clavado en la cruz.

Es en su pasión y muerte donde mejor se le conoce.

Allí se descubre el sentido de las misteriosas palabras que llegan del cielo:

«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».

Jesucristo plantea su pasión y muerte como una glorificación.

Es el grano