No se nos dan a conocer los criterios por los que Dios dispensa su gracia.
Ni siquiera conocemos, más allá de algunas manifestaciones externas, su acción fecunda en el corazón de los hombres.
Podemos también considerar que cuando Jesús, en aquel instante terrible, anima a Jairo:
«no temas; basta que tengas fe»,
aquel hombre pudo apoyarse en lo que había visto.
En efecto, él había oído:
«Tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enferme dad».
Jesús habló con la hemorroísa para que lo sucedido no se confundiera con la magia ni las acciones de Dios se des ligaran de su amor a los hombres. Jesús la llamó hija, por lo que no fue una fuerza incontrolable la que la sanó, sino el amor de un verdadero padre compadecido de su sufrimient
